Recuerdo haberte escrito en aquella noche
estrellada, durante aquel éxtasis de ideas que inundaron mi mente y que solo
utilizaron mis manos como extensiones a mis sentimientos almacenados en mi corazón.
Recuerdo haber pensando durante el transcurrir incesante del sol por el cielo
en tu presencia y en como me afectaba como la luna al mar. Recuerdo haberte
entregado aquel desgastado papel bajo la madera podrida que sostenía la
puerta de tu hogar, aquel hogar que soñé llenar de mis alegrías y tristezas.
Recuerdo que te entregué no solo un papel con
letras, te entregue mi alma y mi mente. Sin esperanzas, sin retribución, siguiendo la estela de tu alma como
los girasoles buscan al sol. Espere una palabra, un gesto
que denotara alguna emoción que saliera de tu cuerpo pero al final fue el frió
de tu alma que destrozo cada ilusión albergada en mi corazón y que amarro mi
bote al puerto de mis esperanzas sin darle opción a zarpar por el mar de tu
amor.
Recuerdo que te quise con la devoción que
acompaña a los penados que de rodillas cumplen sus culpas, recuerdo
que espere un milagro infructuoso durante los subsecuentes días para al final
solo darme cuenta que las esperanzas crecen como la hierba en primavera pero
mueren como las libélulas al anochecer. Al final tu recuerdo olvidado se lo
llevo las arenas del tiempo y quede luchando por encontrar otra esperanza que
se convierta luego en otro recuerdo en mi mente.
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