Vivimos en mundo de sombras que alberga pocas luces. Rodeados de personas que tratan ver los secretos de las almas ajenas
desde la distancia segura en la cual los sentimientos nunca se podrán
involucrar. En un mundo donde quien obtiene el éxito es aquel con mayor
experiencia para manipular y obtener lo que quiere. Vivimos rodeados de la impiedad que produce el correr diario y donde el interés hacia los demás se expresa por medio de toques virtuales.
Vivimos en un mundo donde todos desde las
esquinas miramos por el rabillo del ojo tratando de adivinar las intensiones
ajenas. Vivimos albergando temores infundados que solo nos hacen huir de las
esperanzas seguras. Vivimos sospechando de la sonrisa en los labios de un niño
mientras creemos ciegamente en las promesas de las pantallas a color. Vivimos creyendo interiormente que la felicidad la alberga objetos sin vida mientras huimos del calor que ofrecen los brazos de las personas que nos rodean.
Vivimos creyendo que la paz la
encontraremos cuando el silencio nos rodee, escapando sin sentido del murmullo
alegre que se expresa en los comentarios de nuestra familia. Vivimos en un
mundo donde quienes oculta sus sentimientos tendrá éxito en las relaciones,
mientras quien los demuestre estará condenado al fracaso. Vivimos creyendo que escaparemos de la soledad en nuestras oficinas durante la noche.
Vivimos en un mundo
donde me siento extraño, donde no puedo ser yo, donde debo engañarme a mi mismo
para poder sobrevivir cada amanecer. Vivo en un mundo al cual no pertenezco y en
el cual mi único lamento serán estas letras olvidadas como el agua que corre
bajo aquel puente.
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